Por cada litro de vino, en España se consumen ocho de cerveza. Tres pequeños productores de la isla han aprovechado el filón para hacer negocio. Sus brebajes prometen texturas y sabores muy diferentes respecto a aquellos de fabricación industrial.
Sin conservantes ni colorantes ni estabilizantes ni trampas varias de esas que se utilizan en las grandes industrias. La cerveza casera de productores locales está de moda en Mallorca. Ya hay dos marcas que comercializan sus botellines a pequeña escala y una tercera cuyo lanzamiento está previsto para el mes que viene.
¿Pero de dónde sale esa repentina fiebre por el dorado líquido no industrial? El profesor de la Escuela de Hostelería, Sebastià Esteva, tiene un dato que ayuda a comprender el fenómeno. España es el quinto consumidor de cerveza en el mundo. "Por cada litro de vino, se consumen ocho de cerveza", apunta este cocinero. El resto lo pone la curiosidad de los amantes de la cerveza, con ganas de probar nuevas variedades con sabores más intensos.
Hace años hubo experimentos como el de la cervecería de s´Escorxador de Palma, que elaboraba cerveza propia para sus clientes, aunque tiempo después dejaron de producirla. El año pasado un argentino afincado en Selva recuperó esta práctica. Se trata de Guillermo Tamagni, dueño de la marca Tramuntana. Debutó en la Feria de las Hierbas de su pueblo con botellines de tercio a dos euros. Ahora ha aumentado la producción de sus tres variedades –rubia, roja y negra– y también están presentes el algunas tiendas de alimentación.
Hace un año Tamagni declaró a este diario que la cerveza casera "es un producto para gente a la que le gusta mucho esta bebida y está dispuesta a probar nuevos sabores" y añadió que "en Mallorca aún falta cultura de la cerveza, porque a la artesanal la llaman producto gourmet". Pero en poco tiempo ha cambiado la situación. Prueba de ello es la primera Feria de la Cerveza, celebrada este verano en Santa Eugènia y que resultó un éxito de participación.
Uno de los impulsores de esa muestra fue el profesor Sebastià Esteva. Su pasión surgió hace más de dos décadas gracias a un libro de cocina que explicaba una receta para elaborar cerveza: "La cosa no fue muy bien. No teníamos los ingredientes adecuados. Pero en internet, encontré información útil" y al final pudo autoabastecerse de cerveza. Con esa misma finalidad, Esteva ha creado la Confraria Taujana, un grupo de gente aficionada a este brebaje con ganas de conocer todas las variedades existentes. Según explica el profesor de cocina, su objetivo es "incentivar la cultura cervecera para que se dé a conocer que no solo se trata del refresco que venden las grandes compañías, sino una bebida con una historia extensa e interesante".
En cuanto al mercado empresarial de este producto, Esteva explica que vender cerveza artesanal "es complicado porque es un producto caro, por lo que no se puede competir con el precio de las grandes cervecerías". Esas pegas no han desalentado a Sebastià Morey y Chelo Ferris, una pareja de Galilea que ha puesto en marcha su propia fábrica artesanal bajo la marca Galatzó. Morey compagina su actividad como autónomo cervecero con su trabajo en una empresa de handling del aeropuerto. "Hace 18 años que trabajo allí y es un sector que está en decadencia. Mi futuro es un poco incierto", reconoce el puigpunyentí.
Por eso han optado por la emprendeduría. Han adquirido maquinaria e instalaciones y pasarán de fabricar 50 a 500 litros mensuales. "El secreto de nuestra cerveza es el mismo que hace que las sopas mallorquinas de la abuela sean las mejores del mundo. Es cuestión de ponerle mucha dedicación, sentimiento y tener mucha paciencia", explica Morey. Su objetivo es vivir elaborando cerveza, pero saben que no será fácil.
Esa es la misma motivación que ha arrastrado a dos italianos, dos mallorquines y una gallega. Estos cinco residentes en Alaró están preparando una nueva marca de cerveza casera autóctona. Se trata de la Mayurqa, que se presentará en la Feria Gremial del pueblo el próximo 7 de octubre. Javier Salom, Mery Llompart, Paz Francés, Nicola Calderoni y Paolo Francia decidieron montarse su propia fábrica tras haber asistido a un curso del profesor Sebastià Esteva. "El resultado de las primeras cervezas fue muy bueno y nos dimos cuenta de que los costes son prácticamente los mismos para 50 que para 500 litros, así que nos lanzamos en plan serio", señala uno de los socios.
La aventura está ahora en el momento del despegue. Ya están provistos de botellas, embalajes, etiquetas y chapas para dar a conocer el resultado de su pasión. Su intención es comercializarla en los bares de Alaró. Su producción actual se sitúa en los 500 litros mensuales, aunque su objetivo es alcanzar los 3.000. Los cinco socios siguen dedicando a este proyecto el tiempo extra tras sus jornadas laborales, aunque alguno ya sueña con dejar su actual trabajo "si la cosa funciona bien".
Estos tres proyectos –el de Selva, el de Galilea y el de Alaró– y la pasión en Santa Eugènia demuestran que la cerveza casera tiene perspectivas de futuro. Ahora es el turno de qué los consumidores decidan qué prefieren: la industrial o la made in Mallorca.