jueves, 14 de enero de 2021

El vino cotidiano y su trascendencia.

 


Ya vencidas las celebraciones navideñas y con un escenario impactantemente blanco frente a nuestras ventanas, nos hemos propuesto recuperar la normalidad en cuanto a vinos se refiere. Está bien disfrutar de vinos únicos,  singulares y muy especiales, pero para el día a día la cosa se puede suavizar y no nos cansamos de recordarles que nuestra Guía Peñín online es una estupenda herramienta para poder encontrar, con una simple búsqueda, muy buenos ejemplos de ello.

A poco que sumemos varias décadas en nuestro carnet de identidad, pongamos por ejemplo tres, o mejor cuatro, seremos capaces de recordar con relativa facilidad lo normal que era acompañar las comidas con una jarra de vino. Nuestros abuelos no concebían comer sin vino, pues formaba parte de la rutina de pueblos y también de ciudades. En aquella época dorada para el consumo de vino el concepto de tiempo era otro. No existía una absoluta necesidad de medir cada minuto para exprimirlo al máximo, pues éste era más moldeable de lo que es ahora. Hay muchas reflexiones acerca de nuestros hábitos de antes y de ahora que no es menester afrontar ahora, lo que parece cierto es que tras vivir una experiencia tan impactante como esta que nos ha traído la pandemia, el concepto tiempo y espacio se ha visto modificado y con esta transformación han aflorado nuevos hábitos, o viejos, según se mire. 

Superadas las semanas de los excesos navideños, rompemos una lanza por los vinos cotidianos, aquellos que conviven con nosotros desde hace años y que de alguna forma han pasado por nuestra copa recurrentemente, ya sea en el aperitivo o en comidas que van más allá de la celebración o lo especial. El mundo del vino está lleno de vinos cotidianos, que te hacen disfrutar sencillamente del vino y de la comida y que no necesariamente se tienen que convertir en el epicentro de la mesa, sino que van a estar ahí como ya estuvieron en la mesas de nuestros antepasados. El concepto está alejado del gran vino, el embotellado selecto y elitista de los grandes creadores, aunque casi todos ellos también contribuyen creando algún vino cotidiano

Los vinos corrientes tienen más importancia de la que creemos. La profundidad con la que el vino del día a día se adentra en nuestras mesas es una buena balanza para ver cómo está culturalmente introducido el vino en un país, cómo se relaciona un país productor con su producto y hasta qué punto está normalizado su consumo y también su conocimiento. Todos los grandes países productores han tenido una íntima relación con esta tipología, y todos los productores les deben mucho a estos vinos, entre otras cosas porque son el sustento de la gran mayoría de las bodegas, incluidas las de perfil más Premium. 

Conviene resaltar que el concepto “cotidiano” no hace alusión a su calidad. En realidad, cuanto más desarrollado está un país vitícola, mejor tasa de calidad tiene con el producto global y, en este sentido, España tiene una excelente relación calidad-precio entre sus vinos más normales, algo que no todos los países pueden decir. Sin embargo, en las últimas décadas el vino ha dejado de estar presente en nuestras mesas, al menos en el día a día. Si le echamos un vistazo a los datos de consumo per capita del vino en el mundo ofrecidos por la OIV en 2019, antes del ataque de la COVID, se observan unos niveles muy bajos comparados con países productores como Francia e Italia, lo cual nos lleva a ver un retroceso muy impactante en la situación del vino en España de hoy con respecto a la década de los Ochenta, por ejemplo,  cuando el consumo de vino en nuestro país superaba los 45 litros por habitante.

Consumo de vino per cápita en 2019

País

Litros/habitante

1

Portugal

56,4

2

Francia

49,5

3

Italia

43

4

Suiza

36,5

5

Hungría

29,7

6

Austria

29,4

7

Australia

29,2

8

Alemania

28,3

9

Bélgica

27,9

10

Suecia

27,8

11

España

27,8

12

Argentina

25,2

13

Holanda

24,4

14

Rumanía

23,9

15

Reino Unido

23,5

Fuente: OIV. Abril de 2020

Es indudable que la evolución de la calidad del vino español con respecto a la década de los Ochenta ha sido meteórica, sin embargo también es indudable que algo hemos perdido en el camino, y que no se trata de una cuestión de la evolución de los tiempos y los hábitos, cuando nuestros países vecinos mantienen altos niveles de autoconsumo.

En estos últimos meses dramáticos en la que hemos asistido a un cambio radical en nuestros hábitos más elementales, muchas personas han recuperado, a la fuerza, el hábito de comer en casa y con ello se ha recuperado el consumido de una copa de vino durante la comida, un vino cuya botella dura varios días en nuestra nevera o encimera. El vino vuelve a la mesa diaria de donde nunca debió salir. Pero, ¿seguirá así cuando recuperemos el rumbo normal de nuestras vidas?

¿Cómo es un buen vino cotidiano?

Como podrán imaginar, estos vinos son aquellos que podemos tomar a diario y, sin embargo, no caer en el cansancio. El éxito de este vino radica en dos variables: su precio asequible, que nos permite recurrir a él muy a menudo sin que se resienta nuestro bolsillo, y su versatilidad, es decir, que no sea tan especial que nos haga caer en el cansancio al volver a él por segundo o tercer día consecutivo. Otras cosas que ayudan a su consumo diario es que no tenga una alta graduación, aunque estamos hablando de comer con una copa de vino, con lo cual el volumen de  alcohol y sus efectos no será decisivo para su elección. A partir de estas premisas disponemos de un sin fin de opciones para poder recurrir a vinos más sencillos a lo largo de todo el año. Permanezca atento estos días a nuestra web, donde Guía Peñín le propondrá diferentes opciones para caer en el consumo diario y responsable de vinos que, siendo sencillos, nos pueden ofrecer una sana costumbre. Quizá así contribuyamos un poco más a hacer del vino una parte más importante de nuestra cultura.

Javier Luengo (@JavierGuiaPenin)

No hay comentarios:

Publicar un comentario