Viejo Mundo vs Nuevo Mundo
por María José Huertas
Entendemos por Viejo Mundo (VM), las regiones vinícolas situadas en Europa, y por Nuevo Mundo (NM) las demás.
Aun siendo conocidas en general las diferencias más básicas entre el Nuevo y Viejo Mundo, nunca está de más recordarlas, especialmente las que son medibles, palpables y que han dejado poso a través de la historia.
Historia que comienza siglos antes en el Viejo Mundo, donde sus raíces se remontan al Imperio Romano y, ya en su origen, se pone en evidencia que su filosofía tiene mucho más que ver con la tradición que con la técnica y donde el vino se crea en función de su terruño.
Si tratamos de ubicar en el tiempo el NM estaremos haciendo memoria sobre el último siglo, más concretamente desde la década de los 50.
Por evidenciar más la situación de privilegio de Europa, como receptora, el cultivo de la vid según los arqueólogos tiene su origen en Sumer, en las tierras regadas por el Tigris y Éufrates en la Antigua Mesopotamia y se fue extendiendo hacia Egipto y orillas del Nilo.
Ya en esa época el vino era protagonista en ritos religiosos y fiestas paganas. El cultivo de la vid se extiende hacia el sureste de Europa, donde en el 700 a. C. en la Grecia clásica y en el 200 a. C. en Italia se le asigna incluso una divinidad, Dionisos para los griegos y Baco para los romanos.
De Italia se traslada la práctica del cultivo de la vid a Francia, Alemania y España entre otros países. En la Edad Media es la iglesia y los reyes los que tienen su dominio y, a grandes rasgos, y dando pasos de gigante llegamos a la Edad Moderna, donde los colonizadores llevarán la vid al nuevo mundo.
Las normas, leyes y exigencias, así como sus formas de etiquetado serán mucho más estrictas en pro de la calidad y defensa de ese, su patrimonio, en el viejo mundo.
El NM será siempre mucho más permisivo y, sin descuidar la calidad, harán una apuesta más significativa por la experimentación y la producción.
En una situación extrema, en el VM, las gentes curtidas en la viticultura que han moldeado sus raíces en función del clima y su terruño, serían capaces de perder una cosecha y lo que fuera necesario (dramas se han vivido) por el afán de alcanzar unos estándares de calidad, estilo y personalidad en cada botella. Son aquellos que veneran y conocen cada palmo de su terreno a fondo y han prodigado una escuela generacional.
En esta carrera de fondo y tras siglos de experiencia se ha perfilado con exactitud el equilibrio entre terreno, variedades de uva, laboreo y prácticas en la viña, así como mejoras de las técnicas en la enología y bodega o las propias crianzas, siendo menos generosos con los usos de las maderas nuevas en dichas crianzas.
En el NM, con menos pruebas de acierto y error, tampoco se ha dejado la suerte al infortunio, se han basado en el progreso para obtener diferentes y, también, certeros resultados.
El clima será siempre un elemento determinante, fundamental, ya que por regla general las zonas productoras de Europa y por tanto del viejo mundo son más frías, lo que va a facilitar unos vinos más elegantes y afilados, con unos suelos que serán también clave en su sutileza, clasicismo y personalidad.
Vinos que contarán historias de antepasados, vinos generacionales que bailaron siempre al son de las mismas variedades de uvas, esas que se sentían cómodas en esas tierras. Vinos que han mantenido la misma narrativa a través de los siglos.
La sensación que tengo personalmente e indagando en la parte quizás más subjetiva o argumentable, es que a lo largo de la historia en el viejo mundo se ha puesto el acento en la elaboración, el patriarcado ha marcado el trabajo en el campo, el hombre indudablemente tenía más peso, algo que se ha ido adaptando y amoldando a los tiempos más modernos muy lentamente.
Estas particularidades han sido menos evidentes en el nuevo mundo. Así mismo es destacable la diferente aproximación a la forma de beber, ya que el consumo del vino en Europa está más asociado al almuerzo o cena y en armonía con lo que se vaya a degustar (respetando el maridaje) y, en cualquier caso, será normalmente en compañía.
En el nuevo mundo se entiende el vino de una forma más hedonista, sirva de ejemplo llegar a casa con la jornada laboral terminada y disfrutar de una copa y, porque no, en solitario, en silencio, en un momento de reflexión o relajación. En cualquiera de las circunstancias será por puro placer.
Un reflejo de esta forma de entender el vino serían series icónicas como “Falcon Crest”, donde el empoderamiento y dominio está en manos de una dama o la película “Entre copas” donde el vino es fiesta, por poner un par de ejemplos.
Si nos circunscribimos a Europa y pensamos en cine clásico, se trata de señores que encarnan grandes papeles y toman grandes vinos o en la cara más sensual del vino, será en compañía femenina para festejar un momento romántico.
La propia experiencia en el restaurante es un buen reflejo de estas diferencias. Si nos fijamos en la mentalidad del cliente, sirva de ejemplo decir que la forma de pedir vino de un americano es más arriesgada, abierta a probar y a experimentar, por ello es habitual degustar el vino por copas de distintos puntos del mundo. El cliente europeo en general tiende más a concentrarse en una botella que a jugar a armonizar comida y plato.
Lo mejor de todo es que entre ambos las posibilidades que nos ofrecen son infinitas.
Ahora te lanzo la pregunta:
¿Y tú con quién te quedas, Nuevo Mundo o Viejo Mundo?
Déjame tu comentario.
¡Salud!
María José Huertas.
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