El cineasta compró en 2002 una bodega, solo por su caserón del siglo XVI. Diez años después, combina cámara y caldos. Y ambos
trabajos son reconocidos dentro y fuera de España.
Su explotación vinícola en la bodega de Gomariz, en la localidad gallega de Leiro, ¿es un refugio o ya le da más satisfacciones que el cine?
–Es un refugio que da mucho refugio y que da también bastantes preocupaciones, tantas como el cine. Esa sería la respuesta que cubre todos los frentes. También es verdad que da muchísimas satisfacciones y muy emocionantes porque ver cómo a lo largo del año van saliendo los racimos y crece la cepa es muy gratificante.
–¿Cómo pasó de las cámaras a las uvas?
–Bueno, las cosas grandes que he hecho en la vida las he hecho sin pensármelo. Es decir casarme, tener hijos, dedicarme al cine o hacer vino, son cosas que he hecho sin pensar demasiado aunque yo soy muy pensón. Pero si estas cosas las piensas mucho no las haces ni loco. Con los beneficios de Los otros, que me dio mucho dinero como productor, quise invertir en un caserón para hacer una fundación, pero no hubo manera. Un amigo me llamó diciendo que en Ribeiro se vendía una finca. A mí lo que me llamó la atención fue un caserón precioso del sigo XVI, construido en 1529, y lo compré, pero no pensé en qué iba hacer yo con las casi 4 hectáreas que tenía alrededor y que siempre han estado plantadas de viñas. Mi amigo me dijo que hiciera vino, pero yo no bebo porque tengo úlcera de duodeno desde los 14 años... Pero bueno, se me ha quitado la úlcera... no digo que por el vino porque va a ser publicidad inadecuada, pero terminé haciendo un vino blanco.
–Y ahora es todo un experto.
–Sí, porque una cosa es que no piense siete veces para tomar una decisión importante, pero una vez que me meto en ello necesito hacerlo con dedicación y con profundidad, no soy de los que pone un nombre a una bodega para aprovechar el tirón y salir en la tele. Intento hacer las cosas de la mejor manera que sé hacerlas.
–Su Sanclodio se exporta a otros países.
–Son cantidades pequeñas, menos en EE UU donde compran entre 8.000 y 10.000 botellas al año. En Nueva York, hay un restaurante que se llama Per Se, que está calificado como el décimo del mundo, que vende a 148 dólares la botella y a mí me da la risa porque de mi bodega sale a 6 euros.
–¿Cree que el vino es un ritual, una parte importante de la tertulia?
–Yo tengo un problema porque también soy diabético y no puedo beber mucho. Lo bebo, pero un día que tenso la cuerda y me tomo un par de copitas en una comida, porque mi obligación es saber el vino que estoy haciendo y cómo está. Álvaro Cunqueiro decía que el Ribeiro era un vino amigable, porque es muy agradable de beber y porque facilita las emociones. Y cuando bebemos Sanclodio no hablamos mal del otro, cuando tomamos café sí.
–Su otra pasión, el cine, no pasa por su mejor momento.
–El cine español tiene varios problemas, inherentes y no inherentes. Primero, como norma general, el 87,5% que habla mal del cine español no lo ha visto. Si preguntas a alguien que lo critica cuál es la última película española mala o buena que ha visto dice que ninguna porque como es tan malo no va a verlo. Y no lo ven. ¡Los que lo juzgan no lo ven! Y eso habla de la frivolidad y la superficialidad con la que en un país como este se opina. En el mundo en el que vivimos, todo el mundo se conforma con una visión superficial de cualquier asunto para opinar. Otra víctima de esa superficialidad son las subvenciones, pero la máxima receptora de subvenciones en este país es una señora que no hace cine, que tiene mucha tierra y hace ingeniería financiera-agrícola para recibir el mayor número de subvenciones posibles.
–¿Usted tiene mucho que agradecer a las ayudas públicas?
–Lo que yo tengo claro es que he devuelto mucho más al fisco de lo que el Estado me ha podido dar a mí, y quien quiera que revise las cuentas. La producción cultural en España produce un volumen de negocio mayor que la agricultura. La cuota del cine español que tenían que cubrir las subvenciones, algo que se inventó en Francia, fue por el hecho de la aparición de la televisión quitaba público al cine. Un estado responsable como el francés pensó que no podía producirle una quiebra a una industria que da tanto trabajo y produce tantos beneficios al erario público con los impuestos, y llegó a la conclusión de que había que compensarlo. Aquí no lo piensan, introducen las cosas vergonzantemente y luego se enfadan y las quitan inmediatamente.
–¿Y cómo ve el futuro?
–Yo no lo veo. No hay futuro. No hay una legislación que te permita ir a las fuentes de financiación del cine. Piensan que en EE UU no hay subvenciones para el cine, pero en Nueva York o en París se dan facilidades económicas para que se ruede allí y no tienes que pagar por rodar en la calle. En Madrid o Barcelona, por decir dos ciudades, tienes que pagar por metro lineal donde se hace el rodaje. Así vemos Nueva York y París en las películas con mucha facilidad y no Madrid. ¿Por qué somos tan tontos? Me apuesto el cuello a que España es más conocida por Almodóvar que por el ministro de Exteriores de turno. Cuando hice La lengua de las mariposas fue a Sundance, se estrenó en EE UU, Woody Allen dijo que era una de las mejores películas que había visto en los tres últimos años. Pero eso no tuvo ninguna repercusión aquí. ¿Alguien ha hecho un cálculo de lo que le cuesta al cine español conseguir un Oscar? Muchísimo menos que a una película americana. Una española puede costar 3 millones y medio de euros y una americana probablemente diez veces más....
–Su última película, Todo es silencio, basada en la novela de Manuel Rivas está a punto de estrenarse.
–Inaugura el Festival de Valladolid el 20 de octubre y el 9 de noviembre se estrena. Estoy encantado con los resultados. Siempre quedo contento con mis películas, a poco que cumplan mis expectativas. Pero en este caso, no me he encontrado nunca con unos personajes tan poliédricos y eso es gracias a Manuel Rivas.
–¿Cómo ve Blancanieves en los Oscar?
–Pues leí que había dos Blancanieves más, no lo sabía. Yo vi de este hombre Torremolinos 73 y me pareció una película curiosísima, muy divertida y muy sangrienta en términos sentimentales, y me pareció un hombre de mucho talento. Si ha aplicado ese talento y ha jugado además con unos iconos tradicionales españoles, puede que esté muy bien, la tengo que ver.
Ridley Scott está rodando en Alicante. Podía invitarle a probar sus vinos...
Estaría bien. Tomo nota. Por ahora me consta que lo ha bebido Woody Allen y le ha gustado mucho. Me mandó un email. Cuando habló de mi película, me envió una nota sobre la entrevista Delibes, con el que yo estaba trabajando en El Hereje, diciéndome «ya me gustaría que éste (y me dijo un taco) escribiese estas cosas de mí, (y otro taco)». Y le dije «como académico de la Lengua no tienes precio, Miguel». Entonces le mandé un mail a Allen diciéndole «a mí también me gustan mucho sus películas». Cuando Sonia Grande le hizo el vestuario de una película, y a mí también de alguna mía, me pidió que le diese un par de botellas para dárselas y Allen me mando una nota diciendo «hace tan buen vino como cine» y pensé «este es mi alma, lo quiero para mí».
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